Por: Luis Alberto Taborda ¿Qué es hoy China? China es la mayor potencia mundial en el área productiva y comercial. Gracias a su economía planificada aunque de impronta capitalista, y a 14 planes quinquenales aplicados de manera consecutiva y eficaz, bajo la supervisión del Partido Comunista, ha logrado el status de principal país desarrollado de la tierra. Sus tentáculos se expanden por los cinco continentes y ya ha superado en casi todos los sectores tecnológicos de avanzada a los Estados Unidos. Tiene reservas financieras enormes, reservas extraordinarias de todo tipo de minerales estratégicos, empresas globales que se ocupan de todo tipo de actividades en lugares remotos o remotísimos. Su influencia, debida a estos factores, la habilita para actuar como potencia capaz de imponer condiciones políticas, comerciales o laborales allí donde se encuentren afectados sus intereses o empresas. No es un jugador menor. No, por el contrario es un poder con capacidad de volcar a su favor cualquier situación que se le presente en cualquier punto del planeta mundo. ¿Qué es un chino? Un chino es un ciudadano de primera allí donde resida. Será tenido en cuenta y atendido con solicitud porque proviene de una potencia imperial; y protegido en caso de que haga falta; y defendido por un cuerpo diplomático activo y diligente. Sus intereses serán priorizados por los gobiernos de los países en que los hechos económicos o productivos así lo requieran, aun en desmedro de los intereses de los pobladores nativos que, si hace falta, serán desplazados o reprimidos, para dar para dar paso a la potestad de quien ostenta el poder simbólico de pertenecer a la nación más decisiva de la tierra. El chino, además, está formado en una concepción que lo lleva a asumir sus derechos y sus privilegios, porque se lo ha educado desde niño en la idea, por demás acertada, de que China siempre fue la potencia dominante de los últimos 30 siglos de historia universal (salvo la segunda mitad del siglo 19 y la primera del siglo 20). Por eso, un chino tiende a ver en otros a súbditos que solamente deben asumir un rol dependiente, perseguir sus mismos propósitos y obedecer sus órdenes sin discutir.” Así funcionan las cosas”, piensa el chino, “tal como yo las dispongo”. Para completar esta seguridad reciben educación esmerada en universidades de excelencia que se ocupan de desarrollar su personalidad no solo intelectualmente, sino en aspectos tales, como disciplina personal, perseverancia, trabajo en equipo, ,mentalidad innovadora, estudio de idiomas, ejercicio del mando, etc. Aquí los vemos con condescendencia. Decimos: “Un chino más que no se distingue de otro chino”. Así dijo la canciller de Milei, una tal Diana Mondino (burra con place diplomático) a quien tuvo el presidente que echar del cargo. Nosotros nos burlamos del color de su piel o sus ojos rasgados. ¡Grave error! ¡Guarda! Pero, ya lo sabemos, los argentinos (los catamarqueños, los tinogasteños, los fiambalenses) somos maestros en el arte de la desaprensión y la improvisación, no tomamos en cuenta aspectos meramente fundamentales. Ignoramos cosas básicas a la hora de sentarnos a negociar con funcionarios o empresarios chinos. No sabemos historia, no sabemos geopolítica, no sabemos estrategia, no hemos estudiado idiomas. Menospreciamos a los orientales. Y al final de cuentas terminamos pagando muy caro las consecuencias de tanta ignorancia y tanto prejuicio. ¿Y quiénes son los chinitos? Los chinitos son el séquito de empleados locales, argentinos en este caso, que los chinos forman para lograr sus objetivos y trabajar en puestos de responsabilidad dentro de sus empresas. Vamos al bife: la Liex, la Xi Jin, se manejan con un mínimo puñado de chinos en el terrero, el resto del plantel profesional son “nuestros”. “Nuestros” es un decir. Son argentinos (catamarqueños en este caso) que funcionan como especie mutante, es decir han dejado de ser y pensar como pensaban para asumir (mutar) una nueva ideología, un nuevo lenguaje, una nueva mirada política, social, laboral, comunitaria y así por el estilo. Ya no representan a su patria, a su provincia, a su pueblo, ahora, después de un viaje a la Casa Matriz en China, son agentes imperiales con un discurso totalmente armado para justificar todo tipo de prácticas depredatorias, antinacionales y antiobreras. Este discurso de cartulina de colores, que llevan y traen de pueblo en pueblo, presenta una versión tipo Disneylandia de la actividad de las enormes empresas mega mineras en las que se desempeñan. Predican, por ejemplo, los mutantes, que estas empresas son eficientísimas, impecables, se auto controlan con objetividad, acatan todas las disposiciones, nunca infringieron (ni infringirán) regla alguna, respetan a rajatabla los recursos y el medio ambiente en su conjunto, informan en tiempo y forma de sus actividades, y así mil delicias por el estilo. Y que allí, en los predios de la mina, todos los operarios son felices porque comen bizcochitos y todos sus derechos son respetados y porque todos comparten una visión de futuro que desean transmitir a los desinformados o malévolos vecinos que se oponen a tanta verdad, bondad y belleza. Y todo esto viene a cuento porque hace un par de días en el NAC de Tinogasta, sucedió el encontronazo entre dos visiones del mundo: la China, el chino y los chinitos chocaron contra los ciudadanos de a pie que, ejerciendo con dignidad, su papel de habitantes de la Capital Alterna de Catamarca se animan a pensar con su propia cabeza y a opinar de frente para contradecir el relato que nos vinieron a imponer. El chino a cargo de la delegación visitante, confundido, azorado, se metió él solito en un lio fenomenal tratando de citar a Gabriel García Márquez y comparando a Macondo con Tinogasta. Se le fue al diablo el castellano que hasta entonces exhibía con mediana solvencia y entró a patinar y confundir los términos. Claro, no está acostumbrado a que los súbditos de este pequeño y pobre distrito no solo lo refuten sino que, además, no se callen. Hizo a un lado a un tal Marcelo, catamarqueño chinito que lo secundaba, y con un balbuceo que alguien bien podría confundir con un “boludeo” trató de explicar que había sido pobre en su niñez y que ahora, gracias a Zi Jin disfrutaba de un cierto status económico. Eso sí, lo que no pudo aclarar con precisión es cuánta agua consume el proyecto o por qué si los informes a la comunidad son habituales y ellos están desde 2016 en el terreno recién vienen a conversar con los tinogasteños cuando faltan apenas seis meses para que el proyecto entre en explotación. Lo del sitio Ramsar cayó en una nube conceptual dado que la versión china de la ley sostiene que existe la obligación de proteger flora y fauna, pero no la prohibición de desarrollar actividades económicas, que pueden ir desde el inocente pastoreo de llamas a la instalación de una mega minera que afecta decenas o centenas de hectáreas y utiliza todo un rango de compuestos químicos. Luego, por supuesto, tradicionales boberías Jardín de Infantes, como que la que la minería tiene 10.000 años y es inherente a la humanidad, y chicanas al estilo de que si renunciamos al litio tendremos que renunciar a los celulares y quedarnos sin Instagram o Facebook. Entre otras tonteras de ese tenor, que hacían recordar al más famoso de todos los aforismos: “El uranio contamina menos que el yogur”, enunciado con cara seria en 2010 por un técnico personero de la Jackson Global en el salón del Club Racing, aquí en Tinogasta. En el fragor de la polémica quedaron asimismo expuestos algunos trapitos indeseables, como que la minera solo le compra a dos o tres integrantes de la Cámara de Proveedores de Tinogasta, y entre estos dos o tres, claro, por supuesto, a su presidente (el presidente de la Cámara). Los otros socios, que bien pusieron la cara a favor de los chinos, ven pasar los camiones ajenos con proveeduría por la avenida San Martín. Y así, entre dimes y diretes, la reunión se fue diluyendo sin llegar conclusión alguna. No cabía esperar otra cosa. Los chinos trajeron un power point en el que pretendían desarrollar una secuencia de tres instancias: Sociedad, Minería, Futuro. Es obvio que de este esquema no puede resultar nada concreto. Porque únicamente puede hablarse de futuro para los pueblos si antes se ha hablado de pasado y presente. Los humanos no inventamos cada día la realidad, sino que la construimos con sueños y con trabajo en un doloroso y largo camino a través del tiempo. La memoria es el hilo que nos permite recuperar aspectos de la experiencia vivida, trasladarlos al presente para procesarlos y proyectarlos hacia un futuro deseable para todos. Como dijo en el cierre una de los asistentes, una tinogasteña de ley, docente para ser más preciso, cuando el chino boqueaba penosamente como pez fuera del agua tratando de explicar lo inexplicable: “¡Aquí lo único que quedó en claro es que Tinogasta no concede la licencia social que ustedes vinieron a buscar!”. Y a pelarse: Vox populi, vox Dei.